CRÍTICA. ‘One Battle After Another’ es una obra monumental, sensual e inquietantemente política

11 Min Read
Leonardo DiCaprio como Bob Ferguson en una escena de “One Battle After Another”.

En cierto momento de la película, inmediatamente después de ser liberado por sus compañeros de la cárcel en la que había sido encerrado, Bob Ferguson (Leonardo DiCaprio) es recibido dentro del automóvil que lo sacará de allí por Sergio St. Carlos (Benicio Del Toro) con un ‘six pack’ de Modelo que ambos empiezan a beber sin demora.

Una escena de esta clase, que parece corresponder a alguna comedia de jóvenes descontrolados y no a un título de autor sobre un grupo de adultos enfrascados en una gesta de liberación, es una muestra clara de que la nueva cinta de Paul Thomas Anderson (“Magnolia”, “There Will Be Blood”) es no solo un producto anómalo en su carrera, sino también un trabajo de difícil clasificación, pese a que se trata de su obra más accesible y divertida hasta la fecha.

Bueno, es anómalo en cierto sentido, porque se encuentra basado en una novela de Thomas Pynchon, el mismo autor posmodernista que escribió “Inherent Vice” (2009), la historia de detectives fuertemente marcada por el humor negro que fue a la vez retomada por Anderson para la creación del entretenido filme del 2014 protagonizado por Joaquin Phoenix.

Al igual que “Inherent Vice”, “One Battle” lidia constantemente con elementos de la contracultura y muestra a sus personajes involucrados en el uso y abuso de alcohol y marihuana, lo que es un arma de doble filo en el sentido de que, si bien atraerá por un lado a quienes favorecen esa clase de consumos -y, por lo tanto, incrementará el nivel de empatía hacia estos mismos personajes-, hará que los espectadores desde ya contrarios a la línea ideológica de los protagonistas rechacen de plano la propuesta.

Claro que eso no es lo único supuestamente cuestionable que hacen estos rebeldes, quienes, además de rescatar a tiros a inmigrantes indocumentados que han sido arrestados, detonan explosivos en inmuebles públicos (lo que los vuelve terroristas, incluso cuando estos se encuentran vacíos) y son perfectamente capaces de manchar sus manos de sangre cuando la situación se les sale de control.

En otras palabras, no actúan como esos guerrilleros de fantasía que algunos quisieran imaginar, sino como insurgentes convencidos de sus métodos agresivos y responsables de decisiones que pueden ser profundamente desacertadas, tal y como sucedía con los seguidores de la Rebelión Galáctica en la serie televisiva “Andor”.

Esto nos pone en una posición complicada; no podemos dejar de imaginar a Trump o a sus allegados acusando a la película de ser “una propaganda de Antifa” (que, claro esta, no es un colectivo unificado ni definido, por más que insistan en ello), así como no podemos dejar de imaginar a simpatizantes de la izquierda mortificados por la visión violentista que se ofrece de la lucha que afirman defender. Lo que ha sucedido en los últimos días en relación al asesinato de un popular activista conservador no hace que los trámites sean más fáciles.

Pero, con esto, Anderson no está dando realmente un grito de guerra. Pese a que la simpatía que muestra por sus revolucionarios es ciertamente mayor a la que muestra por sus supremacistas blancos, se empeña en exhibir contradicciones tan grandes de los primeros como la que se plasma en el romance sostenido por Perfidia (Teyana Taylor), la combativa novia de Ferguson, con el Coronel Steven J. Lockjaw (Sean Penn), un personaje que, pese a ser definitivamente desagradable, resulta incuestionablemente fascinante, sostenido por una de las mejores actuaciones en la carrera de su experimentado intérprete.

DiCaprio y Tenaya Taylor en otro momento del filme.

Aunque deja siempre en claro que Lockjaw es un sujeto deleznable, a través de él mismo, Anderson desarrolla un aspecto sensual completamente inesperado que le debe mucho a las interacciones que este tiene con Perfidia y que, sin mostrarse nunca de manera explícita (no hay ningún desnudo en toda la cinta), elevan considerablemente la temperatura en la sala de cine.

La escena en la que el militar usa unos binoculares para observar desde lejos a una Perfidia absolutamente deslumbrante tiene que ser uno de los momentos de ‘voyeurismo’ más logrados y desconcertantes en la historia del cine. Lamentablemente, en desmedro del imponente físico que exhibe y de la desmedida energía que destila, el personaje de Taylor (que es conocida igualmente por su carrera musical) no está lo suficientemente desarrollado, como no lo están tampoco algunas de las figuras secundarias.

Y ya que estamos hablando de actuaciones, no podemos dejar de celebrar el talento de un DiCaprio que, en la piel de un revolucionario ‘stoner’ y vulnerable (porque su personaje es todo eso), da todo de sí mientras sigue demostrando la habilidad que tiene para la comedia y su creciente voluntad para encarnar a personajes severamente distanciados del aspecto físico del que gozaba en la ya lejana “Titanic” (1997).

Sería injusto, sobre todo en un medio latino como este, dejar de lado al encantador Del Toro, cuyo Sergio, más allá de repartir chelas a sus camaradas liberados, es el líder de una comunidad que habla en español (él también lo hace en cierto momento) y establece con Caprio una química tan jocosa y efectiva (pero más breve) como la que tuvo con Johnny Depp en la inolvidable “Fear and Loathing in Las Vegas” (1998).

Las excelentes actuaciones de DiCaprio y Del Toro le brindan un profundo sentido del humanismo a dos personajes que, en vista del tono dramático empleado, corren siempre el riesgo de lucir como estereotipos caricaturizados (de hecho, mostrar a Ferguson viendo en casa “The Battle of Algiers” justo antes de ser atacado por un comando militar no es un detalle gratuito, pero sí forzado, aunque la contraparte positiva es que podría despertar un nuevo interés en el sobresaliente documental de 1966).

Por otro lado, la revelación del filme es Chase Infiniti, una jovencita que había tenido ya un rol destacado en la serie de Apple TV+ “Presumed Innocent”, pero que llena completamente la pantalla con sus enormes ojos y su intensa personalidad al ponerse en la piel de Willa Ferguson, la hija de Bob y Perfidia que maneja muy bien las artes marciales y que se encuentra firmemente decidida a seguir el camino de la insurgencia.

“One Battle” es una película tan interesante, y en tantas facetas, que tenemos recién ahora la posibilidad de referirnos a su puesta en escena y a sus cualidades técnicas, es decir, un aspecto de particular interés en vista de que Anderson es ampliamente reconocido por las virtudes estéticas de su envolvente estilo.

En esos ámbitos, la nueva cinta tampoco decepciona, porque Anderson la ha realizado en 35 mm, valiéndose de una multitud de recursos que no se sienten arbitrarios pero que se despliegan claramente a través de suntuosas imágenes registradas con ‘steadicam’, secuencias de acción particularmente impresionantes y una banda sonora incisiva y majestuosa que proviene de la mente de Jonny Greenwood, el integrante de Radiohead que ha musicalizado ya seis películas suyas.

Benicio Del Toro interpreta a un protector de los inmigrantes.

Sin abandonar nunca el realismo (especialmente en el personaje de Ferguson, que tiene limitaciones físicas propias de la edad), la cinta incurre frecuentemente en instancias épicas de enorme poderío visual, pero no descuida tampoco la emotividad de sus personajes, que no cuentan siempre con diálogos brillantes pero cuyas miradas y expresiones son resaltadas frecuentemente en medio de los grandes planos mientras trascienden el tópico político para trasladarse a un relato de familia.

“One Battle” se rodó durante la primera mitad del 2024, es decir, mucho antes de las elecciones presidenciales que dieron como resultado el periodo en que nos encontramos; pero el guión de Anderson alteró la línea temporal de la novela (que se desarrolla en 1984) para ubicarla en el presente.

Como lo hemos señalado ya, por múltiples motivos, la película se inserta profundamente en las conversaciones actuales sobre el estado actual de la sociedad estadounidense, incluso cuando su apreciación por ese lado dependerá en gran medida de la manera en que sea interpretada y cuando se descubre que su propio desenlace, tras casi tres horas de metraje, no resulta del todo convincente.

Al menos, no incurre intencionalmente en ambigüedades con la finalidad de no apuntar directamente a nadie, como sucedía en la reciente “Civil War” (2024) de Alex Garland. En todo caso, según los ojos que lo miren, y en momentos como los que vivimos, mostrar a un comando armado que libera a inmigrantes indocumentados encerrados en un centro de detención es un auténtico acto de osadía… o una flagrante irresponsabilidad.

Por Sergio Burstein | Staff Writer and Assistant Editor
Fuente: latimes.com

Share This Article
Leave a Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *