Crítica: El padre del año (Goodrich)

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Hallie Meyers-Shyer / Michael Keaton, Mila Kunis, Laura Benanti, Vivien Lyra Blair, Jacob Kopera, Michael Urie, Carmen Ejogo, Andie MacDowell

Michael Keaton entrega una de las actuaciones más cálidas de su carrera en una comedia que apuesta por la redención sin caer en el cinismo.

Hallie Meyers-Shyer / Michael Keaton, Mila Kunis, Laura Benanti, Vivien Lyra Blair, Jacob Kopera, Michael Urie, Carmen Ejogo, Andie MacDowell

Michael Keaton ha interpretado muchos hombres rotos, excéntricos o derrotados. Pero en Goodrich, da un giro más vulnerable y cercano, canalizando el tipo de ternura que alguna vez lo hizo famoso en Mr. Mom (1983), la comedia que marcó su entrada al estrellato. En muchos sentidos, Goodrich es un eco maduro de aquella película: un padre que debe hacerse cargo de sus hijos por primera vez, sin saber cómo hacerlo. Pero donde Mr. Mom explotaba lo absurdo de ese rol de género invertido, Goodrich se toma el tiempo para explorar lo emocional.

Andy Goodrich (Keaton) es un galerista de arte afluente, cómodo en su egoísmo y blindado por sus privilegios. Pero la vida lo empuja al borde cuando su esposa (Laura Benanti) entra repentinamente a rehabilitación y lo deja a cargo de sus dos hijos pequeños. El “castigo” es simple: Andy tiene que ser padre, de verdad. Lo que sigue es un proceso torpe pero sincero de transformación. A primera vista, nada en Goodrich debería funcionar. Los personajes viven en casas imposiblemente lujosas, beben whisky carísimo, y sus problemas parecen irreales. Pero Hallie Meyers-Shyer, la actriz convertida en directora (la divertida y entrañable Home Again con Reese Witherspoon fue su ópera prima), encuentra la humanidad en medio de la opulencia.

Keaton logra que Andy sea profundamente imperfecto sin caer en la caricatura. Nunca es presentado como un mártir, ni como un genio incomprendido. Es simplemente un hombre que ha dejado pasar demasiado tiempo. Su arco emocional está dibujado con toques suaves, no con discursos ni grandes gestos. La relación con sus hijos (interpretados con naturalidad por Vivien Lyra Blair y Jacob Kopera) es donde la película más brilla: momentos sencillos como una noche de películas o una charla incómoda sobre alergias se convierten en escenas cargadas de significado.

Mila Kunis, como Grace, la hija mayor embarazada y emocionalmente marginada, aporta una nota agridulce pero necesaria. Su personaje es el reflejo del precio que Andy ha pagado por su narcisismo. La interacción entre Kunis y Keaton tiene una tensión latente, hecha de años de ausencia y de un cariño no expresado.

El guion de Meyers-Shyer evita el cinismo. Podría haber sido una comedia de enredos o una farsa tonta sobre un padre incompetente. Pero Goodrich opta por algo más escaso y valiente: la ternura. A pesar de algunos momentos dispersos, personajes accesorios subutilizados (como el encantador Michael Urie de la serie Shrinking), el corazón de la película late fuerte y claro. Incluso cuando se asoma a lo sentimental, lo hace con honestidad.

En un panorama cinematográfico dominado por distopías, antihéroes y desesperanza, Goodrich se siente como un respiro. No porque niegue los conflictos, sino porque los enfrenta con humor, amor y, sobre todo, con la creencia de que aún es posible cambiar. Es una historia de redención sin castigo, de segundas oportunidades sin grandilocuencia. En su mejor momento, Goodrich nos recuerda que madurar no es dejar de ser uno mismo, sino aprender a estar para los demás.

Tráiler:

Por:  ANDRÉ DIDYME-DÔME
Fuente: rollingstone.com

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